domingo, 20 de mayo de 2012

Lo pequeño es grande día a día.


 Nunca se había encontrado en esa situación, siempre era la más bajita, también la más pequeña, pero esto era diferente; tenía que demostrar lo que valía. Con el balón en las manos, espera nerviosa el sonido del soplido del árbitro; que no llegaba. Una corriente del norte sopla a su espalda, era frío, nada parecido a las brisas calidas del sur del Atlántico. Ya estaba sumergida en sus estrategias cuando sonó el primer pitido, largo, firme, claro.. El balón comienza a deslizarse de unas manos en otras, ida y vuelta, el peso del equipo carga sobre ella, que a la tercera vuelta lo coge con fuerza para evitar que se caiga y avanza fuerte hacia su destino, el roce de la red. Dos soplidos cortos, baja llena de orgullo a cubrir su puesto en la defensa, otra vez ella sola ante el peligro, sus seis compañeras le cubren las espaldas. Se aproxima rápidamente, está tranquila al fin, sabe lo que tiene que hacer y lo más importante, sabe que puede hacerlo; se mantiene en tensión, los músculos de sus diminutas piernas se marcan tras su morena piel y cuenta, uno, dos y se abalanza rápidamente sobre el pase destinado a otra persona, vestida de otro color. Avanza rozando el balón a ratos, con grandes zancadas hacia la portera, sola bajo los tres palos, tres pasos y desde su visión de pájaro suspendido en el aire, suelta el balón con precisión y la fuerza justa, no mira, sale corriendo y escucha otra vez dos soplidos equidistantes; una sonrisa se muestra en su cara y por su pensamiento solo pasa una cosa: -Este es el principio-.
 Suena la bocina final, después de haber luchado durante tres días enteros, se reúne con sus catorce compañeras, ríen, se abrazan. Cuando entró en el vestuario todas cantaban, no tardó en unirse a los cánticos por la victoria.
 Están todas listas y alguien empieza a hablar, empiezan a dar premios a jugadoras, escuchan, esperanzadas de llevarse para casa el premio a la mejor portera, se decepcionan, ninguna de sus tres compañeras lo lucirá en la estantería de su cuarto. Ya sin esperanzas de aspirar a nada más que al primer puesto se relaja, de los altavoces salen las palabras, -que se acabe ya- piensa ella, -el premio a la mejor jugadora es para- todos los equipos tienen tensión, hasta el suyo, todas las jugadoras lo tienen, todas menos ella. Cuando ya estaba pensando en cuando llegaría a casa, dicen el nombre, pero ella no lo escucha, todas sus compañeras se giran, la victorean -¿Qué  pasa?- piensa, su entrenador la coge en brazos, la abraza, -No puede ser-, la lleva hasta un hombre grande que le da dos besos, ve la copa y se da cuenta de lo que estaba pasando. Había luchado por su equipo, y ella también había ganado. De repente toda la grada se levanta y empiezan a corear, sonríe, suena conocido, -..kilele kilele, amo amo kilele, a conga y a vonga, a conga babilonga..- se une a ellas dando botes.

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