sábado, 9 de junio de 2012

Una hermana es una hermana.

Lo más valioso que tengo en la vida, no puede medirse en quilates, ni en dolares o euros. Lo más grande de mi vida, no es algo perfecto, ni maravilloso; pero eso es lo que hace que sea especial, las locuras, las tonterías, lo cabezota que es, lo borde que suelta por la boca que, antes o después, compensa con una sonrisa picara.
Gente del mundo, hay que conocerla para saber lo que te estas perdiendo, es un diamante en bruto, un puñado de absurdos complejos y puede que la persona más celosa que haya conocido en mi vida, pero también es una gran soñadora que lucha por todos y cada uno de sus sueños. 
Me encantaría algún día llegar a ser la mitad de descarada, un cuarto de lo risueña que es y tener, yo todos sus problemas, para quitarlos de su cabeza y que sus ojos verdes destellen al mundo. 
Si a alguien le debo algo, es a ella, por todas las horas que lleva perdidas por mi culpa, por el cumulo de sonrisas que saca de mi cara día si, y día también, sin pedir nada a cambio. A todo esto, recuerdo que le debo algún que otro rompedero de cabeza cuando no comparto sus opiniones y acabamos discutiendo. 

Aun que bueno todo pasa al recordarnos una a la otra que una hermana, es una hermana. Y las hermanas lo son todo.

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